Siente el sudor corriendo por su frente y empapando sus manos. Su cabeza da una vuelta rápida en 360 grados. No ve a nadie. Las puertas están abiertas y los bienes tirados en el suelo. ¿Qué importancia puede tener una caja menos? Además, todo está destrozado, nadie notará su ausencia. Piensa en su casa, en lo que era su hogar. Su mujer e hija están esperándolo. No puede llegar con las manos vacías. Se muerde el labio inferior. Trata de esclarecer sus pensamientos. Ya está atardeciendo. Empieza a hacer frío pero él sigue sudando.
El silencio es interrumpido por pisadas. Cree que son los militares, pero luego divisa a lo lejos un grupo de personas sin identidad que avanzan como masa de animales. Vienen raudos. En sus manos hay palos y tras ellos una camioneta. Parecen no verlo, lo atraviesan como a un fantasma. Entran y comienzan a llevarse todo lo que está al alcance. No hay discernimiento sobre lo que acarrean en sus manos. Él los mira con temor. Parecen ratones desesperados por alimentos. Sólo que no son alimentos lo que se están llevando. Por la puerta salen equipos de música, televisores, computadores, hasta lavadoras.
Echa un vistazo hacia la calle. Todo sigue desértico. La oscuridad se hace cada vez más presente. Su corazón comienza a latir con más fuerza. Siente el estómago apretado. Suavemente su cuerpo comienza a tiritar. Siguen aumentando los latidos cardíacos. Da un paso hacia delante. Entra. Se mezcla con la masa. No importa qué es lo que tiene en la mano, lo importante es llevarse la mayor cantidad de cosas posibles. Se olvida del hambre de su familia y va directo a los equipos electrónicos. Una consola de videojuegos, un lector de blu-ray, joyas de fantasía que parecen reales, otra consola de videojuegos. Hasta que ya no le cabe más. Sale corriendo. No sabe hacia dónde va, pero sigue a la masa. Ha perdido su identidad. Su mente es parte de una nube que se ha formado sobre las personas a quienes sigue.
Siente que no es suficiente. Tira las cosas en la parte de atrás de la camioneta y vuelve al recinto en busca de más objetos. Arrasa con la ropa y los electrodomésticos. No procesa. Simplemente actúa. Vuelve a la camioneta a depositar lo recaudado. Nuevamente se dirige a la tienda cuando oye una sirena. Mira hacia atrás y ve la camioneta irse. Tras ella corre una multitud. Una vez más recuerda a su familia. Mira hacia el interior del boliche y se topa con los víveres botados y aplastados. Se agacha y recoge los que puede con sus manos. La sirena se acerca. No demoran en identificarlo. Se bajan unos hombres vestidos de verde y sin preguntarle nada lo tiran en la parte de atrás del automóvil. Agacha la cabeza y piensa en su mujer, en su hogar destruido, en su hija con hambre.
*Fotografía: AP (obtenida de http://www.emol.com)
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